martes, 6 de mayo de 2014

Comentario de "El ciprés de Silos", de Gerardo Diego


Se trata de un soneto de estructura clásica (versos endecasílabos y rima consonante, según la siguiente disposición: ABBA ABBA CCD EDE; recordemos que la distribución de la rima en los tercetos es libre). La rima queda configurada del siguiente modo: A = eño, B = anza, C = irme, D = ales, E = ilos. El poeta ha optado por una rima difícil, que exige un notable virtuosismo formal.

El tema es religioso: el anhelo de elevación espiritual por parte del poema.

En la estructura pueden diferenciarse dos partes:

a) Versos 1-8 (cuartetos).- El poeta se centra en la contemplación del ciprés, que da lugar a una serie de metáforas: surtidor (1), lanza (2), chorro (3), mástil (5), flecha (6) y saeta (6). La mayoría de las imágenes (surtidor y chorro, flecha y saeta) enfatizan la idea del impulso ascendente, mientras que lanza y mástil se refieren simplemente a su forma y a su altura. Por otra parte, las personificaciones (acongojas, loco empeño) son congruentes con el tú, con el hecho de que el poeta se dirija al ciprés (apóstrofe) y le dedique el poema. Finalmente, se pondera su altura que “a las estrellas casi alcanza” (hipérbole).
Los versos 5-6 se caracterizan por el estilo nominal (ausencia de verbos) y por la concurrencia del paralelismo y la enumeración. El estilo nominal puede sugerir un momento de clímax emocional. Además son versos bimembres:

Mástil de soledad, / prodigio isleño,
flecha de fe, / saeta de esperanza.

El del ciprés, en los versos 7-8 se ve confrontado al fin con el yo del poeta: “mi alma sin dueño”. Frente al poder espiritual simbolizado por el ciprés, el poeta se presenta de un modo humilde. Su alma es “peregrina al azar”, sin rumbo fijo, sin una orientación vital, y “sin dueño”, alejada de Dios, sometida a su propio capricho. Puede evocar el principio de la Divina Comedia, donde el poeta también se presenta a sí mismo habiendo extraviado el camino. La confrontación del poeta con el ciprés, al que previamente ha alabado, marca la culminación de los cuartetos y da sentido a la enumeración de imágenes precedente.

b) Versos 9-14 (tercetos).- Por fin aparece la 1ª persona en dos formas verbales (vi, sentí); antes había aparecido en un adjetivo posesivo. El poeta ya habla de sí mismo y del efecto que ha producido en él la contemplación del ciprés:

qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto cristales

Se trata de un ansia mística, de fusión, donde realmente el ciprés no es sino un símbolo de Dios. Diluirme y cristales recuperan las imágenes acuáticas de la 1ª estrofa (surtidor y chorro). El agua no tiene límites precisos y el poeta desea que su alma se licúe para así poder unirse con Dios. En cambio, las imágenes del 2º terceto son más ásperas y sombrías: negra torre, arduos filos, delirios verticales. La última de ellas nos remite al loco empeño del 1r cuarteto (personificación). Las metáforas de connotación negativa (negra torre, arduos filos) nos recuerdan las dificultades del proceso espiritual: las noches oscuras, el desánimo, las caídas... El ciprés, imagen de la perfección espiritual, es también una fortaleza a conquistar y que opondrá fuerte resistencia.
Sin embargo, el poema se cierra con un verso redondo a modo de síntesis: “mudo ciprés en el fervor de Silos”. Mudo por el silencio monástico y fervor por la elevación espiritual de los monjes. Se trata de una antítesis sólo aparente: ambos términos confluyen en la intensidad de la contemplación. También resulta gratificante que la última palabra del poema sea precisamente Silos, ya anunciada (como una especie de eco anticipado) por la rima consonante -ilos. 
 
Ciprés del monasterio de Sto. Domingo de Silos

No hay comentarios:

Publicar un comentario