jueves, 6 de junio de 2013

Comentario de "El poeta pide a su amor que le escriba" Federico García Lorca (1)

Nos encontramos prácticamente ante un soneto clásico, que ignora las aportaciones que hizo el Modernismo a esta forma estrófica y vuelve al modelo del Siglo de Oro. Los versos son endecasílabos y la rima, consonante, se distribuye con arreglo al esquema:

ABBA ABBA CDC D–D

Como podemos observar, Lorca se permite la licencia de dejar suelto un verso de los tercetos. Una imperfección o un guiño a la Modernidad a la que, en ningún momento, renuncia el autor. El hecho de que la palabra que queda sin rima sea precisamente noche puede tener también una intención expresiva o simbólica: subrayar la soledad y el desamparo (tema central de esta composición). Por otra parte, el recurso a las formas clásicas (propio de la última etapa del poeta granadino) es asimismo uno de los rasgos primordiales de la Generación del 27, que logra sintetizar la tradición literaria española con las vanguardias. Este poema es un buen ejemplo de ello.

De acuerdo con el título, el poema tendría un carácter epistolar, sería una carta en verso, una breve epístola de catorce versos. Así pues, en primer lugar, debe aparecer el destinatario (sabemos que el destinatario es masculino, aunque nada en el poema lo indique; el título del libro al que pertenece el poema apunta en esta dirección: Poemas del amor oscuro, es decir, un amor homoerótico). El poeta se dirige a él con el genérico amor (apóstrofe) y la segunda persona reaparece en las estrofas 3ª y 4ª: yo te sufrí (v. 9), sobre tu cintura (v. 10), llena […] o déjame... (v. 12-13).

Tradicionalmente, el soneto suele dividirse en dos partes. Los cuartetos suelen tener un carácter expositivo y los tercetos, resolutivo. El pero que inicia el verso 9 parece confirmar que algo así sucede también en nuestro poema. En el primer cuarteto, el poeta se dirige a su “amor” reprochándole que no conteste sus cartas. En el segundo, se remite a elementos de la naturaleza (aire, piedra...) autosuficientes y no necesitados del amor. Nos recuerda la envidia que sentía Rubén Darío en “Lo fatal” hacia el árbol o la piedra porque no sufren:

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente [...]

La 2ª persona desaparece en este cuarteto porque en ella se enuncian unos principios universales, que contrastan con la situación angustiante que vive el poeta en su alienación amorosa. Sin embargo, el primer terceto ya reaparecen confrontados los pronombres yo y (v. 9), rompiendo la impersonalidad de la estrofa anterior. El último terceto viene marcado por los dos verbos en modo imperativo: llena y déjame, que, a su vez, plantean una disyuntiva insoslayable: “Llena, pues, de palabras mi locura / o déjame...” (v. 12-13): exige que su amante se comprometa claramente o le deje para que el poeta pueda vivir en una noche “para siempre oscura”. La estructura del poema conduce al dramático dilema del último terceto, que concluye además con el desesperanzador adjetivo oscura.

Dibujo de Federico García Lorca


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