Nos encontramos prácticamente ante un soneto clásico, que ignora
las aportaciones que hizo el Modernismo a esta forma estrófica y
vuelve al modelo del Siglo de Oro. Los versos son endecasílabos y la
rima, consonante, se distribuye con arreglo al esquema:
ABBA ABBA CDC D–D
Como
podemos observar, Lorca se permite la licencia de dejar suelto un
verso de los tercetos. Una imperfección o un guiño a la Modernidad
a la que, en ningún momento, renuncia el autor. El hecho de que la
palabra que queda sin rima sea precisamente noche
puede tener también una intención expresiva o simbólica: subrayar
la soledad y el desamparo (tema central de esta composición). Por
otra parte, el recurso a las formas clásicas (propio de la última
etapa del poeta granadino) es asimismo uno de los rasgos primordiales
de la Generación del 27, que logra sintetizar la tradición
literaria española con las vanguardias. Este poema es un buen
ejemplo de ello.
De
acuerdo con el título, el poema tendría un carácter epistolar,
sería una carta en verso, una breve epístola de catorce versos. Así
pues, en primer lugar, debe aparecer el destinatario (sabemos que el
destinatario es masculino, aunque nada en el poema lo indique; el
título del libro al que pertenece el poema apunta en esta dirección:
Poemas del amor oscuro,
es decir, un amor homoerótico). El poeta se dirige a él con el
genérico amor
(apóstrofe) y la segunda persona reaparece en las estrofas 3ª y 4ª:
yo te sufrí
(v. 9), sobre tu
cintura (v. 10), llena
[…] o déjame... (v.
12-13).
Tradicionalmente,
el soneto suele dividirse en dos partes. Los cuartetos suelen tener
un carácter expositivo y los tercetos, resolutivo. El pero
que inicia el verso 9 parece confirmar que algo así sucede también
en nuestro poema. En el primer cuarteto, el poeta se dirige a su
“amor” reprochándole que no conteste sus cartas. En el segundo,
se remite a elementos de la naturaleza (aire,
piedra...)
autosuficientes y no necesitados del amor. Nos recuerda la envidia
que sentía Rubén Darío en “Lo fatal” hacia el árbol o la
piedra porque no sufren:
Dichoso
el árbol, que es apenas sensitivo,
y
más la piedra dura porque esa ya no siente [...]
La
2ª persona desaparece en este cuarteto porque en ella se enuncian
unos principios universales, que contrastan con la situación
angustiante que vive el poeta en su alienación amorosa. Sin embargo,
el primer terceto ya reaparecen confrontados los pronombres yo
y tú
(v. 9), rompiendo la impersonalidad de la estrofa anterior. El
último terceto viene marcado por los dos verbos en modo imperativo:
llena y
déjame, que, a su
vez, plantean una disyuntiva insoslayable: “Llena, pues, de
palabras mi locura / o déjame...” (v. 12-13): exige que su amante
se comprometa claramente o le deje para que el poeta pueda vivir en
una noche “para siempre oscura”. La estructura del poema conduce
al dramático dilema del último terceto, que concluye además con el
desesperanzador adjetivo oscura.
Dibujo de Federico García Lorca |
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