Vago
con los corderos y con las cabras trepo
como
un pastor por estos montes de Valldemosa,
y
entre olivares pingües y entre pinos de Alepo
diviso
el mar azul que el sol baña de rosa.
Y
en tanto que el Mediterráneo me acaricia
con
su aliento yodado y su salino aroma,
creo
mirar surgir una barca fenicia,
una
vela de Grecia, un trirreme de Roma.
Y
me saca de mi éxtasis en la dulce mañana,
el
oír que del campo cercano llegan unas
notas
de evocadora melopea africana
que
canta una payesa recogiendo aceitunas.
Pían
los libres pájaros en los vecinos huertos;
se
enredan las copiosas viñas a las higueras,
y
muestra el sexual higo dos labios entreabiertos
junto
al ámbar quemado de las uvas postreras.
Plinio
llama Baleares funda bellicosas
a
estas islas hermanas de las islas Pytiusas;
yo
sé que coronadas de pámpanos y rosas
aquí
un tiempo danzaron ante la mar las musas.
Y
si a esta región dieron Catarina y Raimundo
paz
que a Cristo pidieron Raimundo y Catarina,
aún
se oye el eco de la flauta que dio al mundo
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