miércoles, 9 de mayo de 2012

Juan Ramón Jiménez: obra poética


La etapa sensitiva (1898–1915)

Esta etapa se subdivide a su vez en dos sub-etapas: la primera abarca hasta 1908; la segunda, hasta 1916.
a) La primera está marcada por la influencia de Bécquer, el Simbolismo y un Modernismo de formas tenues, rima asonante, verso de arte menor y música íntima. En ella predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta. Predominan los sentimientos vagos, la melancolía, la música y el color desvaído, los recuerdos y ensueños amorosos. Pertenecen a esta etapa Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904) y Elegías (1907).

b) La segunda época se vierte en la forma del arte mayor (endecasílabos y alejandrinos), la rima consonante, el estrofismo clásico (sonetos, serventesios); denota una mayor impronta del simbolismo francés (Baudelaire, Verlaine) y del decadentismo anglo-francés (Walter Pater). El poeta logra perfectas cumbres parnasianas, especialmente en los sonetos. Pertenecen a esta sub-etapa La Soledad Sonora (1911), Pastorales (1911), Laberinto (1913), Platero y yo (elegía andaluza) (1914) y Estío (1916). Hacia el final de esta etapa el poeta empieza a sentir el hastío de los ropajes sensoriales del Modernismo y preocupaciones relacionadas con el tiempo y la posesión de una belleza eterna.

La etapa intelectual (1916-1936)

Su primer viaje a América y el contacto con la poesía en inglés (Yeats, Blake, Emily Dickinson, Shelley...) marca profundamente esta segunda etapa (1916–1936), bautizada por él mismo como “Época intelectual” y que le vincula a la corriente literaria del Novecentismo. Se produce un hecho fundamental: el descubrimiento del mar como motivo trascendente. El mar simboliza la vida, la soledad, el gozo, el eterno tiempo presente. Se inicia asimismo una evolución espiritual que lo lleva a buscar la trascendencia.
En su deseo de salvarse ante la muerte, se esfuerza por alcanzar la eternidad, y eso sólo puede conseguirlo a través de la belleza y la depuración poética. Suprime, pues, toda la musicalidad, los argumentos poéticos, la aparatosidad externa y ornamental anterior para adentrarse en lo profundo, en lo bello, en lo puro, en lo esencial.
De esta época destacan Diario de un poeta recién casado (1916), Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1917–23) y Belleza (1917–23). La Estación total (1923–36) recoge los últimos poemas escritos en España. El 22 de agosto de 1936, Juan Ramón marcha al exilio.

La etapa suficiente o verdadera (1937–1958)

Pertenece a la etapa suficiente o verdadera todo lo escrito durante su exilio americano. Juan Ramón continúa replegado en sí mismo en busca de la belleza y la perfección, aunque no tanto como para no preparar un amplio libro en favor de la República española, Guerra en España, que nunca pudo ver publicado. Su ansia por la trascendencia lo lleva a una cierta mística y a identificarse con Dios y la belleza. Tras un período de relativo silencio, publica Animal de fondo (1949), Tercera antolojía poética (1957), En el otro costado (1936–42) y Dios deseado y deseante (1948–49).
En Animal de fondo, el poeta busca a Dios «sin descanso ni tedio». Pero ese dios no es una divinidad externa al poeta, sino que se halla en él y en su obra. Ese dios al que se refiere es causa y fin de la belleza. Dios deseado y deseante (1948–49) supone la culminación de Animal de fondo. El poeta llega incluso a identificarse con ese dios que tanto ha buscado. Un dios que existe dentro y fuera de él.

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