viernes, 3 de febrero de 2012

Sumergirse en el agua (2)


El Tantarantana reflexiona sobre la violencia juvenil y la xenofobia

La compañía madrileña Factoría Teatro adapta la obra 'Sumergirse en el agua'Helena Tornero firma un texto, premio SGAE 2007, inspirado en hechos reales

3 de febrero de 2012

Seis actores sobre el escenario para una pequeña sala alternativa como el Tantarantana. Todo un regalo de Reyes, subraya el director del teatro, Julio Álvarez, por parte de la compañía madrileña Factoría Teatro que, del 6 al 16 de enero, presenta Sumergirse en el agua. Un montaje que nació a partir de la obra de la dramaturga catalana Helena Tornero, ganadora del premio SGAE de Teatro en el 2007, y que llega a Barcelona tras su estreno en la capital. «Nos encargaron hacer la lectura dramatizada de presentación de este texto y tuvimos tal flechazo que decidimos llevarlo a escena. Es una obra dura, audaz y de una actualidad trepidante », contó ayer la directora de la compañía, Gonzala Martín Scherman.

La discriminación racial, los conflictos entre adolescentes y entre padres e hijos, las malas influencias, la intolerancia, la homofobia, los miedos, la vulnerabilidad, la manipulación... De todo ello habla una pieza concebida por Tornero a partir de un par de crímenes reales que la golpearon profundamente: el ahogamiento de un joven en una piscina en Alemania y el asesinato de una indigente quemada en un cajero de Barcelona. «Cuando escribo parto de emociones y estos dos hechos fueron como una fuerte bofetada para mí», sostiene la autora. Y una bofetada, agrega, es la que recibe el público al final de la representación, cuando se encajan todas las piezas y se resuelve la trama.

UN PUZLE CON 12 ESCENAS.- La directora optó por estructurar la obra como un puzle, con 12 escenas cortas a modo de flases narrativos, que el espectador debe ir componiendo. «Nos gusta este tipo de construcciones que requieren el esfuerzo del público. Queríamos que tuviera un ritmo dinámico, cinematográfico y que fuera muy visual», argumenta.

La acción se inicia con la pesadilla de una madre. Su hijo, Josué; Tomás, un joven manipulador, e Iván, un adolescente acomplejado y vulnerable, son otros de los seis personajes con los que Tornero maneja el enfrentamiento entre mundos paralelos y aparentemente destinados a no entenderse.

Martín Scherman introduce el recurso de un coro (interpretado por los mismos actores) que le sirve para apuntalar aspectos dramáticos y que representa la masa social, los deseos, el inconsciente... Hay también momentos de humor negro y algún baile que aligeran esa atmósfera convulsa que se mastica sobre una escenografía sucia, con pintadas y jirones de cartón.

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