martes, 10 de febrero de 2015

Dictado sobre las reglas generales de acentuación

No sabía exactamente lo que pasó, pero no vio al muchacho cruzar ante sus ojos. Ahora no podía quitárselo de la cabeza. Le dijeron que no era culpa suya,
que fue un accidente; le trajeron un psicólogo que le examinara; le administraron una fuerte medicación... Todo dio igual. Las imágenes persistían en su cerebro: nada más entrar al área de servicio un estallido de vidrios tras un golpe seco, silencio unos segundos y de pronto el gentío arremolinándose histérico alrededor del coche, alguien pidiendo un médico, una ambulancia, el susto, las náuseas... Ahora, sentado en ese banco, a la sombra de un árbol minúsculo, en su mínima parcelita de césped, pensaba cómo salir de aquel entuerto. Y allí mismo encontró la solución. Nada más fácil. Ni más difícil. Se acercaría hasta su casa, llamaría al timbre y se presentaría para hablar. Quizá mirándole de nuevo a los ojos esa nueva imagen borrara la anterior. Quizá.

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